La Brújula Despistada

La Brújula Despistada
La Brújula Despistada.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Doce lunas.












Angelo Branduardi.

La Hora del Baño.

LA ABUELA
Vamos a darnos un bañito...

viernes, 8 de noviembre de 2013

El Diablo, arquitecto.

Del Diablo se han dicho muchas cosas. Se ha dicho que es astuto, persuasivo, traicionero… lo que no se le suele llamar es arquitecto.
Existe una leyenda medieval que cuenta que una aguadora de cierta ciudad, cansada de ir lejísimos a por el agua y volver a andar todo ese trecho, le dijo al Demonio que le daría su alma si conseguía erigir una construcción que facilitase el transporte del agua, con la condición de que debía construirlo en una sola noche. El Diablo aceptó, y en cuanto anocheció él y otros muchos diablillos se pusiero a construir rapidísimamente. Iban tan deprisa que la chica se asustó y empezó a rezarle a la Virgen. Sus ruegos fueron escuchados, y, justo antes de que la última piedra fuese colocada, amaneció. El Diablo y sus "obreros" tuvieron que retirarse, pero dejaron construido un acueducto, y sobre el hueco de la piedra que faltó se puso una imagen pequeñita de la Virgen.




Algo parecido volvió a ocurrir, pero esta vez en Galicia: en la Ribeira Sacra, unos monjes querían construir un puente que uniese las dos orillas, y así facilitar la comunicación entre los monasterios de ambos lados. Presentaron el proyecto al rey Alfonso, que no quiso llevarlo a cabo. Lo llevaron después al Papa, pero tampoco le hizo gracia. Desesperados ya, los monjes se lo propusieron al Diablo. Y él aceptó, por un módico precio, por supuesto: las almas de los monjes. Hecho el trato, él y sus diablillos obreros empezaron a construir. Pero Dios, esa noche, envió una fuerte tormenta para hacer recapacitar a los frailes, que, desde luego, recapacitaron, y pensaron que quizá el precio del puente no era tan módico después de todo. Así que tuvieron una pequeña charla con el Demonio y deshicieron el trato. Y el Diablo se fue de allí con sus obreros, dejando en un lugar de la Ribeira lo que había estado construyendo del puente: una aguja de piedra. La Aguja del Diablo.

Y en Irlanda, donde el alcalde de un pueblo quiso construir un puente. Una vez más, se le planteó el proyecto al Diablo, que volvió a aceptar, a cambio de un precio casi tan módico como el de los frailes: el alma de quien cruzase primero el puente.
Y una vez finalizado, allí estaban, el pueblo a un lado del puente y el Demonio al otro, esperando al valiente que lo cruzara. Entonces se acercó una niña, soltó un gato y el gato cruzó el puente. Y el Diablo tuvo que marcharse con aquella birrialma y tres palmos de narices.