La Brújula Despistada

La Brújula Despistada
La Brújula Despistada.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Una luz, Isabel.

Era ya de noche, y empezaba a hacerse tarde. Sin embargo, en el pueblo no cesaba la agitación. Seguía habiendo gente por las calles y muchas casas aún tenían la lámpara encendida. Isabel no conseguía dormirse. El barullo de fuera no la dejaba dormir. Y ella estaba así, tumbada en la cama y bien tapada, pero con los ojos muy abiertos. Poco a poco, el ajetreo de las calles se fue atenuando, pero aun así, Isabel seguía despierta como un búho.
"Entonces, no era el barullo" pensó "y a ver ahora cómo encuentro lo que me tiene despierta". Nada, aquella noche no había quien la durmiera.
Se tapó un poco más y, como no había mucho más que hacer, se puso a mirar por la ventana mientes intentaba adivinar el motivo de su vigilia.
"Creo que estoy algo tensa" reflexionó. "Bien, ahora sólo tengo que saber por qué lo estoy. No he apañado mucho". Se quedó escuchando en la oscuridad el compás de la respiración de su hermana, que dormía a su lado. Entonces vio en la ventana algo que le llamó la atención. El pueblo ya se había dormido y las calles estaban pocos iluminadas, pero Isabel creyó distinguir un brillo pequeño. Se incorporó y miró a través de ella. Sí, distinguía un resplandor a lo lejos. En ese momento, se giró hacia su hermana.
-¡Jeanette!¡Eh!¡Jeanette!
La hermana se revolvió, molesta, y se giró.
-¡Jeanette, despierta!¡Mira! -insistió Isabel, sacudiéndole un poco un hombro. Jeanette finalmente levantó un poco la cabeza.
-¿Qué quieres?¿Qué hay que mirar a estas horas?
-¡Allí! -Isabel señaló por la ventana el brillo a lo lejos. Jeanette parpadeó un par de veces para despejarse.
-¿Qué es?
-No lo sé. Pero parece muy especial.
Se quedaron un momento mirando. Entonces Isabel se levantó y cogió su manto.
-¡Eh! ¿A dónde vas?
-A ver qué es.
-¿Qué? ¿Por qué?
-Porque no puedo dormir. Y visto que no hay nada mejor que hacer, voy a acercarme a verlo.
-¡No puedes!
Isabel la miró, con el manto ya puesto.
-No sabes dónde está, ni si está lejos... -continuó Jeanette- y-y además, ya es muy tarde... ¡y está oscuro!
Isabel miró hacia la ventana.
-Seguiré la luz. Si se ve desde aquí, es que no puede estar tan lejos.
-P-pero... ¡pero sigue estando oscuro! Muchas luces ya se han apagado.
-Pues trae una antorcha, Jeanette.
-¡Isabel!
Ella ya iba hacia la puerta. Jeanette decidió seguirla. Cogió su manto y una linterna y fue junto a su hermana. Fueron juntas hacia la puerta y la abrieron, con cuidado de no despertar a sus padres, y así, salieron ambas a la calle. Jeanette encendió la antorcha, y miraron hacia la luz a lo lejos.
-Allí -señaló Isabel- Es todo recto. ¡Vamos!
-Todo recto te lo parece ahora -respondió Jeanette, per aun así siguió a su hermana.
Conforme se acercaban, el pueblo iba quedando atrás.
-Isabel... -dijo Jeanette- Creo.. Creo que ese brillo está fuera del pueblo.
Isabel aminoró la marcha, pero sin pararse.
-¿Y...?
-Bueno... ¿Crees que... es buena idea?
Esta vez, Isabel pensó más pausadamente.
-Como he dicho -dijo finalmente- Ya que no hay nada mejor que hacer, y además estoy desvelada, yo iré a ver. Y esa luz me parece algo importante, o al menos interesante.
-Pero no peligroso.
-Pero no peligroso.
Ya habían dejado el pueblo definitivamente atrás. Ahora sólo la antorcha de Jeanette las iluminaba, y el silencio era casi absoluto.
-Óyeme, Jeanette... Si... Si, finalmente, vemos que esto es peligroso o... o poco recomendable...
-¿Sí?
-Entonces, nos vamos. A buen paso.
-Bueno.
Jeanette pareció aliviada con eso. Pero al irse acercando, comprobaron que aquello no era poco recomendable, no peligroso, en absoluto, ya que la luz provenía de un refugio de pastores donde se habían resguardado un matrimonio y su bebé, al que habían tenido que acostar en el pesebre.
-¡Ooh, mira! -exclamó Jeanette, y se adelantó corriendo hacia allí.
-¡Eh, Jeanette! -le llamó Isabel- ¡Espérame!¡Trae la antorcha!¡Jeanette!
-¡Corre aquí, Isabel!
Y allí corrió Isabel, junto a su hermana, que ya estaba admirando al niño. Al llegar, a Isabel le pareció un poco maleducado entrar así, así que llamó. Como no había puerta, tocó en una columna de madera que alguien había acoplado a una de las paredes.
-¿Quién es?
-S-soy yo, es decir... su hermana -respondió Isabel, avanzando un poco hacia la luz que Jeanette aún sostenía- He-he traído...
-¡Isabel!¡Isabel, ven aquí, mira es un bebé, acaba de...!
-¡Shhh! -le hizo ella- ¡No hables tan alto! ¿No ves que está durmiendo?
-Sí... Ay, qué bonito es, si hasta sonríe...
Entonces fueron despacio, y felicitaron a los padres, e Isabel le enseñó a la madre algo envuelto en una tela.
-¿Es lo que dices que habías traído? -le preguntó su hermana. Isabel asintió- ¿Pero cómo lo sabías?
-No lo sabía. Lo he cogido por si acaso... me entraba hambre. Ya sabes lo horrible que es a veces el hambre a medianoche.
-Sí, es verdad.
-Y si estás desvelada, más aún.
Isabel le tendió el paquete a la madre, que lo abrió con ayuda de su marido. Eran unos pastelillos de los que las hermanas solían preparar.
-Oh, muchas gracias.
Entonces Jeanette cogió su antorcha, que había dejado encendida en una ranura en la pared.
-Bueno, creo que se está haciendo un poquito... más... tarde.
Entonces miró los pastelillos que había traído Isabel y luego miró su antorcha.
-Ah, y también... os podéis quedar con esto. Os irá bien, os abrigará. -y volvió a colocar la antorcha en el hueco de la pared.
-¿Y cómo os iluminaréis el camino de vuelta? ¿no estará muy oscuro?
Jeanette e Isabel miraron hacia el pueblo.
-¿Sabes? -dijo Jeanette- La verdad es que ya no está tan oscuro.
Isabel sonrió.
-Pues claro que no.
Felicitaron a los padres de nuevo y, cogidas de la mano, volvieron alegres a casa.


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FELIZ NAVIDAD
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