(Paréntesis): El Estío.
Demetrio entregó
el examen y suspiró, dejándose escurrir en la silla.
“¡Al fin!” pensó ”Al fin hemos
acabado ese examen”
Lo habían estado aplazando y aplazando, y cuanto más se
aplazaba, más nervioso se ponía Demetrio, porque temía que se le fuera a juntar
con los otros.
Al salir del aula,
donde habían hecho el examen conjuntamente con el otro grupo, Demetrio fue
directo a la puerta principal del pasillo, y se dio de narices contra el marco.
Cuando se recobró del golpe, notó que había una mano sobre su hombro.
-¿Ya te has vuelto
a dar otro golpe, Metrio?
Era Sylvia, una chica de la clase A. La
conocía de haberse pasado algunas preguntas. Ella tenía el cabello castaño y
los ojos verdes. Ese hecho le daba sensación de movimiento.
-¡Me llamo Demetrio! -protestó- ¡La culpa no es
mía!
-Yo no te culpo -rió ella.
La sirena ya había sonado. Fueron yendo
hacia la puerta de salida.
-¿Qué has puesto en la pregunta tres?
-He explicado la situación: Lisandro y
Hermia quieren casarse, pero el padre se chiva al duque, que ya puestos también
se va a casar, porque quiere que ella se case contigo.
-¡Bueno, vale ya! -Demetrio se llevó las
manos a la cabeza- ¡Sólo nos llamamos igual! ¡No somos la misma persona!
-Resulta que Helena es la que quiere
casarse con... ese Demetrio -siguió
ella, divertida- Así que con todas esas cosas... Ya tenemos el barullo montado.
Demetrio sonrió, y le chispearon los ojos
azules: Tenía bien la pregunta. Al fin salieron, y se sentaron en un banco. El
parque estaba vacío. Demetrio apoyó la cabeza rubia en el respaldo.
-¿No se nota el tiempo raro últimamente?
-dijo. Sylvia levantó una ceja.
-Sí. Bueno, ya sabes, se te olvidan los
días y tal...
-No, yo no noto nada de eso. Bueno, igual
noto algo. Sí, algo así como que se agolpan los días.
-¿Dónde?
-Al final del mes.
-No entiendo.
-Yo tampoco. Es que no sé expresártelo
bien.
-¿Y eso es todo?
Demetrio se arremangó la camisa y se secó
la frente.
-¡No se puede confiar en Mayo! Parece ya
verano.
Sylvia se puso tensa, y recordó el
Equinoccio.
-¡Oye! ¡No te adelantes a los acontecimientos! ¡Es Primavera, y
lo será hasta el... el...! ¡Ay, ya se me ha vuelto a olvidar una fecha!
Demetrio le dio unas palmaditas.
-Tranquila la recordarás. Lo que yo
quería decir es que, bueno, sí, es Mayo, es Primavera, todo lo que quieras,
pero es... es como si fuese primavera... y verano... todo junto... y a la
vez... algo distinto.
-¿Así es como me lo quieres expresar?
Demetrio se encogió de hombros.
-Tal vez. ¿Tú lo has entendido? -Sylvia
asintió- Pues así te lo quería expresar. ¿No tendrás idea de qué es?
-Yo no, pero tal vez la biblioteca sí.
Demetrio pareció asustarse, hasta pegó un
brinco
-¿¡Qué!? ¿Pretendes volver a entrar? ¿¡Después de un
examen!?
-Pues sí. ¿Qué pasa? Venga, que mañana es
sábado.
Él l la siguió a regañadientes.
-Todo sea por no ir a la biblioteca en
sábado.
La biblioteca del instituto era una
pequeña aula con estanterías a los lados. Sólo había una mesa central y unos
ordenadores pegados al ventanal. La mesa de la bibliotecaria a un lado, y archivos
tras la puerta. Ya está. A esas horas, sólo estaba la bibliotecaria y un chico
pelirrojo de cuarto. Demetrio y Sylvia entraron, y él cerró la puerta de golpe.
Y el chico rubio fue directo a la bibliotecaria. Plantó las manos en el
mostrador y le dijo:
-¿Sabe usted de una estación o periodo o
algo parecido que sea como verano pero primavera y que parezca algo distinto?
La bibliotecaria lo miró.
-Prueba a consultar en los libros. Y saca
la mano de ahí.
Demetrio la sacó de la esponja para pasar
hojas, llena de tinta aguada. Sylvia lo esperaba, abriendo ya algunos libros.
Miraron en viejos libros de Sociales, de
Naturales, en libros y artículos sobre climas; también en novelas, en cuentos,
en relatos, Demetrio miró por Internet... nada.
Se sentaron de nuevo en el parque. Esta
vez, en la hierba, de cara al cielo.
-Sylvia.
-¿Qué hacías mirando El Quijote?
-Estoy segura de que decía algo parecido
a lo que tú dijiste.
-¿En el Quijote?
No lo creo. ¿Qué haces ahora?
Sylvia se incorporó.
-¡Ay, Demetrio, me pones de los nervios!
Estoy leyendo. ¿Tan raro te parece?
-Pero ése ya nos lo hemos leído. Acabamos
de hacer el examen.
-Me estoy leyendo el prólogo, bobo, que
no lo han mandado. No es obligatorio leerse un libro sólo una vez.
Demetrio se tumbó de nuevo. Era casi como
una estación distinta...
-¡Aquí está, aquí lo pone! -exclamó Sylvia-
¡Te lo dije,
Demetrio, te lo dije!
Él l fue a la página que le señalaba. Sí,
era un texto que explicaba unos fragmentos de la obra:
“[...] No habrán
dejado de extrañar a muchos las palabras de Cervantes en el Quijote:”A la primavera sigue el
verano; al verano, el estío; al estío, el otoño; al otoño, el invierno; al
invierno, la primavera; y así torna a andarse el tiempo con esta rueda
continua.””
-¡Aaah, por eso buscabas en el Quijote! Pero espera -dijo Demetrio- ¿Eso quiere decir
que ahora no es Primavera, sino que es Verano ya?
Sylvia rió y los dos leyeron de nuevo y
entendieron: en el siglo XVI había cinco
estaciones: Primavera, Verano, Estío, Otoño e Invierno.
Volvieron hacia casa. Y entonces, varios
seres alados les adelantaron, rozándoles el pelo.
-¡Cuántas libélulas hay ahora!
-Sí -sonrió Sylvia- Sí, hay muchas.
Hola! Soy Mª José, la que hizo el curso de violín con Bea. Me encanta tu blog! Es una historia fantástica, siento haber tardado tanto en comentarte, he estado muy ajetreada estas semanas, pero ha valido la pena esperar a tener un rato para leer con tranquilidad tu historia, ¡Me encanta! ¿Hay otra historia en proyecto? Dí que sí, por favor!
ResponderEliminar¡Hola, Mª José! Me alegro de que te guste, tanto el blog como la historia. Sí, habrá más historias. Pero, ¿tú preguntas por historias en general, o sólo de "La Rueda de los Días"?
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